domingo, 12 de agosto de 2012

UN HUECO EN INROKUPTIBLES.
Por María Milessi
Los espectadores tomamos un café en un banco al lado de unos “sanguchitos”, una botella de ginebra y una corona mortuoria. La antesala de Un hueco nos prepara para lo que vendrá. Cuando llega la hora, atravesamos mingitorios e ingresamos a un vestuario. Somos pocos, debido a la acotada capacidad de “la sala”. Nos ubicamos y encontramos a un hombre que piensa en la oscuridad, recortado por el contraluz natural de una ventana. Así, casi sin darnos cuenta, estamos dentro del mundo de la obra. Tres amigos de toda la vida se refugian en el vestuario de un club de pueblo donde están velando a su fallecido amigo Matías. 
Para leer la nota completa hacer click sobre el título.